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A mediados de julio, entre Salvador de Bahía y Río de Janeiro, Martine Sottas embarcó en el Flor de la Pasión como tripulante para una estancia de 15 días.

Presencia habitual a bordo —tanto que ya ni cuenta las navegaciones que ha hecho con el velero a lo largo de los últimos años— bosqueja algunas escenas de la vida cotidiana entre travesías, fondeaderos y contingencias de todo género…

El decorado es muy industrial. Grandes colectores, grúas, muelles y cargueros gigantescos que vienen a abastecerse de viscosa, gas o fuel-oil. Los dos remolcadores que escoltan a cada carguero para su entrada en puerto agitan las olas violentamente y los remolinos de arena tiñen el verde del agua con franjas de un rosa anaranjado. Es impresionante y hermoso.

Desde ayer tarde estamos fondeados en Barra do Riacho (5 de julio, NDR) bajo un cielo gris, en este lugar improbable de la costa brasileña que no se parece en nada a los habituales tópicos sobre las playas bañadas por el sol. Aquí estamos resguardados, porque el viento había arreciado y las olas nos hacían bailar un tango sumamente endiablado.

La noche fue tranquila y pudimos descansar, y esta mañana Antoine, nuestro capitán, está de buen humor. ¿Su alegría se debe a los mensajes de su chica o al pastel de chocolate de Emma? Olivier, el segundo, también silba. Seguramente porque durante todo el día de ayer nuestra zodiac nos ha seguido fielmente balanceándose entre las grandes olas … Como el chigre de la grúa que se utiliza para izarla hasta cubierta está roto, no podíamos subirla a bordo. (El dibujante Tom Tirabosco, que también se encontraba a bordo, dibujó la escena de la zodiac zarandeada entre las olas a popa del barco. Véanse sus dibujos en las Noticias culturales [NDR]).

Tim —el tercer muchacho a bordo, junto con Emma y Julien— tiene hoy como misión poner el cacumen a pleno rendimiento para intentar reparar la susodicha grúa fabricando unos dientes nuevos para el chigre y, si es preciso, llenándose las manos de grasa. ¡Y misión cumplida al final del día! Por su lado, Vincent y Julien tienen que asegurar las velas a proa para que podamos hacernos a la mar sin que todo salga despedido por los aires.

En lo que a mí concierne, saboreo un momento de aburrimiento concreto de la vida a bordo de un barco, donde las actividades son múltiples pero poco variadas. Pinto una acuarela del puerto sin demasiada convicción. Y luego me pongo a investigar para saber quién se ha comido el último trozo de queso gruyer suizo. En nuestros cerebros hambrientos bulle una asociación de ideas: ¡qué rico el queso con pan de centeno! ¿Qué mejor día que este para zamparnos una fondue mientras estamos fondeados? Improvisamos un hornillo con cuatro bombillas y hacemos una fondue importada de Suiza. Emma está en la gloria, porque se moría de ganas por una. Olivier se acuerda de una fondue memorable en Egipto a 40º de temperatura…

Está previsto que continuemos navegación a las 17 horas, en función del tiempo. Vincent acaba de arreglar el desaguisado y está contentísimo. Yo me dispongo a dibujar el puerto y disfruto incluyendo los pequeños detalles que crean atmósfera.

Tim y Emma cuentan los días hasta la despedida en Río porque les alegra volver a Ginebra para ver a todos sus amigos (se embarcaron a finales de abril en las Canarias [NDR]). Tim nos jura que si se encuentra a alguien del barco con quien ha vivido tantas cosas, no dudará en saludarlo, «aunque esté con sus colegas»…

Yo me echo una siestecita con Ernesto Sábato, autor argentino que me sumerge en un ambiente de fantasía. Pronto llega la hora de partir y salimos con un viento y un mar más tranquilos.

6 de julio de 2015, mimitos salados, Martine Sottas.