Cuaderno de Bitácora

Después de haber dejado atrás Mahajanga el 10 de agosto de 2018, Flor de Pasión y sus seis miembros de tripulación (Pere, capitán, Vincent, el segundo, Yaiza, jefa de grupo y coordinadora científica, y Victor, marinero e instructor de buceo, así como ambos adolescentes del programa Jóvenes en mar, Jonathan y Emma, navegamos rumbo al sur con destino Tuléar. Durante esta travesía a lo largo de la costa oeste de Madagascar, la expedición visitó Nosy Lava en la isla Barren y Belo Sur Mer.

Barren es un pequeño archipiélago de islas de arena que aparece en medio del océano, bañado por aguas turquesas, rodeado de grandes arrecifes de coral y salpicado por pequeños pueblos de pescadores nómadas. El velero fondeó al lado de Nosy Lava durante dos días durante los cuales los jóvenes pudieron hacer su primera experiencia de inmersión, observando los arrecifes de coral y la gran biodiversidad del lugar. La tripulación se encontró con la comunidad Vezo en la isla.

Los Vezo son unos pescadores nómadas y grandes navegantes, sobre sus piraguas a vela en las cuales pueden pasar hasta nueve meses para pescar, viviendo en estas islas en cabañas simples hechas de materiales vegetales, y donde secan pulpos y peces que venden más tarde en el continente (Mainitrano, Kinandrano, Itampolo hasta Tuléar). Al principio de la estación de lluvias, se refugian para luego hacerse a la mar una vez que el mal tiempo ha pasado. ¡Llegar por mar y a vela a un lugar como éste, encontrar pescadores que viven tan simplemente, en contacto directo con la naturaleza y de los recursos que el mar les ofrece constituyó una experiencia increíble para toda la tripulación!

Después de esta visita, Flor de Pasión retomó camino hacia el sur. Vientos dominantes que venían del sur y forzaron la tripulación a hacer bordes. Temprano por la mañana y por la tarde, nos acercábamos a la costa para aprovechar los vientos influidos por los cambios térmicos, que ofrecían la posibilidad de navegar izando todas las velas.

Después de algunos días de navegación, Flor fondeó de nuevo frente a Belo sur Mer, poblado que vive casi al 100 % por y para el mar.

A lo largo de la costa de arena salpicada por canoas, se suceden los establecimientos de los pescadores nómadas: varios kilómetros de pequeñas cabañas rodeadas de secaderos de pescado y delante de las cuales las mujeres tejen redes. En la ciudad de Belo, podemos admirar los esqueletos de madera de los barcos durante la construcción: goletas casi acabadas, frescamente pintadas y sobre el punto de ser puestas en el agua para comenzar su transporte de mercancías a lo largo de la costa oeste de Madagascar. Hombres de toda edad calafatean los cascos Vemos también canoas en construcción, fabricadas a partir de un solo tronco. Espectáculo de construcción naval que proporciona admiración y un sentimiento muy emocionante al imaginar cómo estos barcos han sido construidos como hace 200 años, sin ninguna máquina, a base de hacha y con la fuerza humana como motor principal.

Después de algunos días de visitas y de intercambios, la expedición retomó su ruta hacia el sur: tres días de navegación, siempre con vientos dominantes meridionales y punteados de encuentros con piraguas en medio del océano. Luego es la llegada al gran arrecife de coral que se extiende delante de Tuléar, reparado entre centenas de canoas que comenzaron su mañana de pesca.

En el curso de este viaje, pudimos medir que grandes navegadores son los malgaches. Mirarlos navegar a bordo de sus canoas, goletas sin otra ayuda que el viento, a veces con velas desgarradas y usadas constituyó una fuente de admiración y una lección de humildad a todos los marineros de a bordo.