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Extractos del Cuaderno de Bitácora de La Brigantine en los primeros días de navegación tras la salida de Río.

Sí, se reflejan las primeras noches de guardia, cuando cada uno intenta encontrar su ritmo, el primer fondeadero en todos los sentidos del término, y de varios cocos saboreados al calor de las estrellas.

Fecha: del 15 al 17 de septiembre de 2015
Hacia Isla Grande, Brasil. Latitud. 23°09’4’’ S / Longitud. 044° 08’3’’ W
Meteorología: Sol, humedad y calor
Día: 8 a 10

Con un viento tímido en las velas salimos de Río para llegar de madrugada a Isla Grande. Todo el mundo estaba atentísimo: el momento tan esperado llega por fin. El concepto de «guardias» deja el mundo del mito para paladearse en grupos de tres o cuatro.

Cada uno tiene su hora de guardia, pero sin embargo, la dulzura de los pequeños gestos sigue omnipresente, como el de esas mantas que nos traen y que ya no pueden volver nunca al interior del barco de lo mucho que las ha zarandeado el oleaje. Todavía se buscan los ritmos, como atestiguan estos tripulantes que vienen a pegar la hebra en plena noche, tratando de calentar los corazones ondulantes de los que montan guardia. Es difícil mantener el rumbo en la oscuridad y las luces se hacen la corte. El contramaestre, al acecho, enfila con sus prismáticos las redes, los cargueros y los petroleros.

Cuando echamos el ancla a la orilla de una playa salvaje, son las 7 de la mañana. Es el turno de guardia de Mathias, del contramaestre y de Sophie. Para los que pasan el testigo, la «delfinera» ─esa red tendida a proa del barco bajo el botalón─ parece el escondite de lujo donde acabar la noche con un libro en la mano…

Todos reunidos de nuevo, es el momento de bajar a tierra y de relajarse entre la arena y el agua turquesa de la playa de Lopes Mendes. NADA en el horizonte, salvo una vieja carcasa de tortuga que nos servirá para aderezar la ensalada en alguna ocasión.

Tras el descanso, ¡el esfuerzo! Regreso a bordo y sesión de baldeo del puente para unos mientras que los otros preparan la comida del mediodía. El trabajo continúa en torno a las velas nuevas para acabar de montarlas y con diversas labores de mantenimiento, jalonadas por algunos chapuzones desde cubierta.

Por la tarde, una excursión a tierra se transforma en recogida de cocos en una playa donde tan solo se aprecia nuestra presencia y nuestra alegría de vivir. El néctar se saboreará una vez a bordo, rociado de lima y de azúcar de caña…

El equipo Brigantine