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Desde su partida de Sevilla en abril de 2015, The Ocean Mapping Expedition conduce el programa de 20 000 sonidos bajo el mar sobre la contaminación sonora de los océanos, en conjunto con el Laboratorio de aplicaciones bioacústicas (LAB) de la Universidad politécnica de Cataluña, Barcelona, prosigue con su recolección de sonidos submarinos sean de origen animal o natural o productos de la actividad humana (transporte marítimo, sonares, exploración de gas y petróleo entre otros).

En Singapur, el 14 de marzo durante una conferencia de prensa organizada con la ocasión de la escala de Flor de Pasión en la ciudad-Estado, el biólogo e ingeniero francés Michel André, responsable del programa, ha recordado la importancia de esta fuente de contaminación para los océanos y la necesidad de redoblar el esfuerzo para tomarla en cuenta entre las actividades humanas.

El programa de monitoreo de los gases de efecto invernadero en la superficie del océano lanzado a finales de 2017 en las Filipinas en colaboración con la Universidad de Ginebra ha  permitido identificar varias zonas de fuerte emisión de metano y de dióxido de carbono entre Mactan y Singapur, donde la expedición permanece desde el 13 de marzo de 2018. Estos resultados preliminares han sido presentados a medios de comunicación por el Profesor Daniel McGinnis, jefe del grupo de Física acuática del Departamento F. A. Forel de UniGE y responsable del programa en el marco de The Ocean Mapping Expedition, durante una conferencia de prensa en Republic of Singapore Yacht Club. Más información y más fotos en…

El programa The Winds of Change de monitoreo continuo de los gases de efecto invernadero en la superficie de los océanos tiene como objetivo aportar a la comunidad científica datos de campo inéditos que contribuyan a una mejor comprensión del papel de los océanos en el problema del calentamiento global. A la vista de la preocupante evolución del clima y de la acidificación de los océanos que se deriva de ello, deben revisarse de manera urgente nuestros conceptos sobre el ciclo del carbono a escala global. Huelga decir que los primeros resultados de este fenómeno no se han hecho esperar. 

Iniciado en Mactán (Filipinas) en diciembre de 2017, este proyecto pionero llevado a cabo en colaboración con la Universidad de Ginebra a bordo del velero suizo Fleur de Passion en el marco de The Ocean Mapping Expedition —vuelta al mundo de cuatro años (2015-2019) siguiendo la estela de Magallanes— ha permitido recoger en tiempo real y de modo continuo datos de referencia esenciales acerca de las concentraciones de metano y dióxido de carbono a lo largo de toda la ruta del barco hasta Singapur, en donde hace escala desde el 13 hasta el 25 de marzo de 2018, procedente de Brunei y de Kuching. El programa The Winds of Change ha permitido asimismo identificar los primeros «hotspots» (puntos críticos) de estas zonas de fuerte emisión de gases de efecto invernadero cuya dinámica requiere una vigilancia especial por parte de la comunidad científica. 

«Los datos recopilados en el curso de los dos meses transcurridos desde la puesta en marcha del programa The Winds of Change en Filipinas son muy prometedores y dan a conocer informaciones y fenómenos muy estimulantes», comenta el Prof. Daniel McGinnis, jefe del Grupo de Física Acuática de la Universidad de Ginebra y responsable del programa en el marco de la expedición. 

«Las concentraciones de metano y de dióxido de carbono experimentan claros aumentos en la proximidad de las ciudades, cerca de las islas y en la superficie de las aguas poco profundas o, dicho de otro modo, en las zonas con impacto de la actividad humana y donde se observa una mayor proliferación de algas», explica.

«El programa ya ha revelado muchos “hotspots”, zonas con una tasa de emisión de gases de efecto invernadero muy elevada que requerirían estudios más profundos», prosigue el profesor McGinnis. «Como por ejemplo en Mactán, donde el barco ha estado amarrado durante su escala del pasado diciembre a enero y donde las emisiones de metano son más de seis veces superiores a la media». 

«Estos primeros resultados tan estimulantes suponen un gran paso adelante para el proyecto y para el problema del calentamiento global en su conjunto. Demuestran que nuestro enfoque resulta muy eficaz para monitorear los gases de efecto invernadero en la superficie de los océanos», apunta el científico estadounidense. 

En el marco del programa The Winds os Change, el velero de 33 metros Fleur de Passion —un viejo buscaminas de la Marina alemana construido en 1941 y transformado después en queche— está equipado con un analizador de gases de efecto invernadero conectado a una toma de aire situada a 16 metros sobre la superficie del mar, en el palo de mesana (en la popa del barco), y que realiza análisis de forma automática cada minuto. Así continuará su misión climática hasta que la expedición alrededor del mundo llegue a término en agosto de 2019 en Sevilla. 

«Los equipos funcionan muy bien y requieren poca atención por parte de la tripulación», celebra el científico que embarcó de Kuching a Singapur a principios de marzo para verificar todo lo relativo a su mantenimiento. 

«Estamos muy orgullosos de que el programa The Winds of Change de monitoreo de los gases de efecto invernadero en la superficie de los océanos arroje los primeros datos de campo inéditos y contribuya a que el calentamiento global continúe siendo un tema de actualidad», declara entusiasmado Samuel Gardaz, vicepresidente responsable de relaciones públicas de la Fondation Pacifique, organización sin ánimo de lucro con base en Ginebra y precursora de The Ocean Mapping Expedition. 

«Esta iniciativa, que parte de la sociedad civil, ilustra una vez más todo el potencial e interés de un velero tradicional como el Fleur de Passion en el ámbito de la investigación científica como complemento de buques oceanográficos más clásicos», añade Samuel Gardaz. 

«El programa The Winds of Change ofrece la oportunidad de acceder, en un amplísimo espectro geográfico, a información esencial para completar la ya disponible hasta la fecha, obtenida por satélite, en un momento en que la comunidad científica mundial está alarmada precisamente por la falta de datos sobre esta cuestión». 

Tal y como explica McGinnis, «el cambio climático es uno de los mayores desafíos a los que nos enfrentamos en nuestro tiempo, y su comprensión constituye un enorme reto para la comunidad científica. Para que sea posible invertir la tendencia eficazmente, los científicos necesitan disponer de una visión global y precisa de las concentraciones de gases de efecto invernadero en la superficie de los océanos y estar en condiciones de comprender mejor su papel, no sólo como depósitos de tales gases, sino también como emisores, como fuentes de emisión». 

«Ahora bien, los océanos emiten más cantidad de gases de efecto invernadero de lo que en principio se pensaba, según el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (GIEC)», insiste el profesor McGinnis. «Urge, por tanto, volver a evaluar el papel de los océanos en el ciclo mundial del carbono para una mejor comprensión de las cuestiones relativas al calentamiento global». 

«Así, es necesario un proyecto pionero como The Winds of Change, desarrollado a bordo del velero Fleur de Passion, para recoger todo a lo largo de su ruta, en tiempo real y de modo continuado, datos de campo de los que ahora carecemos sobre los gases de efecto invernadero y que permitan a la ciencia avanzar un paso hacia la comprensión del papel de los océanos en el proceso actual de calentamiento global», prosigue.

El Ocean Mapping Expedition zarpará desde Brisbane en dirección a la Gran Barrera de Coral el martes 28 de marzo de 2017; ha llegado el momento de presentar de manera más detallada los dos programas adicionales, y hasta ahora solamente esbozados, que van a ser desplegados sobre este medio ambiente en peligro.  Comenzando por éste, en colaboración con CoralWatch, que será puesto en práctica en cuanto el velero deje la capital de Queensland y llegue a los primeros arrecifes.
El martes 28 de marzo, durante una breve parada de la expedición en la Moreton Bay Research Station sobre la isla de Stradbroke, un equipo de la ONG australiana informará a la tripulación del Flor de Pasión de manera que esta pueda a partir de ahora proceder al estudio de los arrecifes de corales y a alimentar una gigantesca base de datos sobre el estado de salud de los corales.  Porque ahí reside toda la ambición de este proyecto de ciencia ciudadana por excelencia, dirigido por la Universidad de Queensland: ayudar a las escuelas, las comunidades y los actores turísticos a comprender y apoyar las acciones de gestión sobre la barrera de coral, proporcionándoles información y ofreciéndoles la posibilidad de participar en recogidas de fondos.
La Gran Barrera de Coral está formada por alrededor de 3000 arrecifes de coral que ocupan una superficie de más de 340 000 km2 que se extiende a lo largo de 2300 km de la costa este australiana, desde Gladstone, al sur, hasta el estrecho de Torres, que separa Australia de Papúa-Nueva Guinea. Se trata de la mayor estructura viva del planeta, pertenece desde 1981 al Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO y alberga miles de animales y organismos marinos. Pero es una estructura que se enfrenta a un peligro mortal.
Bajo la influencia de El Niño, pero también del calentamiento global provocado por el ser humano, la Gran Barrera de Coral sufre de forma cada vez más repetida en los últimos años fenómenos de decoloración. El último hasta la fecha, en 2016, no ha terminado aún de dejar su huella: los corales - criaturas animales, pólipos, rodeadas por un exoesqueleto calcáreo y que habitan en colonias - expulsan las algas microscópicas que viven con ellos en simbiosis y les aportan su color. Si la temperatura baja, los pólipos pueden recuperarse gradualmente de una fase de decoloración; pero si no desciende, estas algas no regresan y los corales mueren. Este fenómeno afecta a la totalidad de la Gran Barrera en mayor o menor grado, sobre todo al norte, donde el 67 % de los corales han sufrido decoloración (los mismos que van a ser analizados a partir de abril por The Ocean Mapping Expedition), porcentaje que se eleva hasta el 99 % en algunos arrecifes.
«La Gran Barrera de Coral continúa enfrentándose a toda una serie de amenazas, explica el profesor Justin Marshall del Grupo de Neurobiología Sensorial (Sensory Neurobiology Group) de la Universidad de Queensland y jefe de proyecto en CoralWatch. Al tiempo que se está produciendo una segunda decoloración masiva del coral, parece más claro que nunca que el arrecife necesita de la implicación de los gobiernos a escala internacional, pero también de los actores económicos, científicos y de la sociedad civil. La ciencia ciudadana representa, desde este punto de vista, un medio muy eficaz para dinamizar el flujo de informaciones entre estos diferentes actores», subraya.
«CoralWatch se sitúa en primera línea para ayudar a la comprensión mutua entre ellos», prosigue Justin Marshall. «La llegada a Australia del Fleur de Passion en el marco de The Ocean Mapping Expedition y la asociación que hemos establecido no podrían ser más oportunas. CoralWatch celebra poder trabajar con la tripulación, los científicos y los pasajeros que embarcan como miembros de la tripulación para recopilar información sobre la salud del arrecife, pero también para ayudar al conjunto de la sociedad a preservar, para nuestros hijos e hijas, el ecosistema que representa». Nuestros valores fundamentales pueden resumirse como sigue: “Dime y olvidaré, enséñame y recordaré, implícame y aprenderé”. La Fondation Pacifique sin duda comparte estos mismos valores, y ofrece una magnífica oportunidad de llegar a extensas zonas de la Gran Barrera de Coral que de otro modo habría sido muy difícil alcanzar, ya fuese en Australia o en cualquier otro lugar del mundo», concluye Justin Marshall. En efecto, además de en la Gran Barrera de Coral, estos análisis se repetirán allá donde la expedición atraviese arrecifes de coral durante su viaje, comenzando por los del Sudeste Asiático: a partir de agosto-septiembre en las Islas Salomón, Papúa Nueva Guinea, en Indonesia y después en Filipinas.
Las observaciones ellas mismas se hacen por medio de un mapa que permite al submarinista o al buceador con tubo anotar en su tableta resistente al agua el color más oscuro y el color más claro de un coral. Esta comparación da así una indicación muy precisa de su estado de salud e indica ya sea un principio de blanqueamiento, ya sea un blanqueamiento muy avanzado.
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